Según he ido creciendo, cuando me he encontrado con antiguos amigos y compañeros del colegio ejerciendo de adultos (de médicos, enfermeros, abogadas, barrenderas, dependientes de tienda, profesores...) siempre he tenido la sensación de estar jugando, como cuando éramos niños. La sensación de que la vida es, al final, como jugar a las casitas.
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He cogido un libro en su casa dedicado con un "Te quiero" del cual yo no era la destinataria. Un "Te quiero" escrito hace años, cuando mis "Te quieros" también tenían otro destinatario distinto de él.
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La vida no deja de ser eso, un juego en el que cada uno va cambiando de papel. Cuando lo pienso, cuando lo veo así, entonces todo se vuelve leve, liviano, ya nada es tan grave como para hacerme llorar.
La derivada racista de la DANA
Há um dia
Um comentário:
Viendo la vida así, sí, es mucho más liviana....
Un beso!
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