Hace unos días sucumbí a la tentación (¡madre mía! quién me ha visto y quién me ve...) y me compré un chaleco de esos de peluche imitando piel, con el firme propósito de devolverlo al cabo de un par de días.
El caso es que me lo probé en casa, me miré, me remiré, me gustó y me lo quedé.
Muy ufana me fui a la oficina enfundada en mi nueva adquisición y orgullosa de mi valentía.
Estaba bajándome del coche cuando un compañero del almacén pasa a mi lado, me mira y me dice muy serio:
- Bueno, muller, atropelláche-lo can pero polo menos tiveches o detalle de recollelo
.(1)Y bueno, esa fue la primera...
(1) Bueno, mujer, atropellaste al perro, pero al menos tuviste el detalle de recogerlo.