Una noche de verano en una céntrica calle de una ciudad:
- un hombre sale de su coche, de varias decenas de miles de euros, hablando por su teléfono móvil de última generación. Traje caro, zapatos caros, reloj de oro y gafas de sol sobre la cabeza.
Podría ser víctima de alguna banda organizada de ladrones.
- un cura, no muy mayor, toma el aire sentado en un banco, con sotana y alzacuellos, mientras prepara mentalmente la misa del próximo domingo.
Podría ser víctima de algún extremista islámico.
- un militar de mediana edad pasea del brazo de su mujer. Lleva bermudas azul marino, nauticos, y un polo de la Armada Española. En su cinturón y en la correa de su reloj los colores de la bandera española.
Podría ser víctima de algún terrorista de ETA.
- en la esquina de la calle un joven de melena, con alguna que otra rasta, toca la guitarra y canta canciones de Silvio Rodríguez, con un vaquero roto y una camiseta del Che Guevara.
Podría ser víctima de algún skinhead.
- una pareja de homosexuales, bastante amanerados, caminan hacia una cafetería riendo, cogidos de la mano y besándose de vez en cuando.
Podrían ser víctimas de algún homófobo.
- una joven con un vestido muy corto y ceñido, con un profundo escote, vuelve a casa después de haber cenado con sus amigas.
Podría ser víctima de algún violador.
Todas estas personas podrían disimular su estatus, su fe, su condición, su ideología, su preferencia, su cuerpo... Todas ellas van provocando a sus agresores.
¿O no?
La derivada racista de la DANA
Há 18 horas