Hoy he llegado a la oficina como quien llega a casa a pasar la tarde, tranquila y con ganas.
Trabajaré toda la jornada, sin descanso, porque me permito el lujo de llegar más tarde para dejar a Cibrán en el colegio y eso me obliga a recuperar durante el almuerzo la hora perdida. Y lo como aquí, en mi mesa, delante de la pantalla del ordenador: las lentejas humeantes, el yogur, la manzana...
Al otro lado de la cristalera, mi compañera más querida me hace un guiño, un comentario, una llamada de teléfono para saber si las lentejas están buenas...
El mejor momento es ese, cuando casi todos se han ido para hacer la pausa del mediodía y solo nos quedamos ella, yo y algún otro incauto.
Fuera está lloviendo. Cuesta creer que hace una semana estábamos en la playa. Llueve y hace frío. Y hay muchas ganas de lluvia y de frío.
En unos días Cibrán celebrará su quinto cumpleaños. Con él, yo celebraré el cuarto aniversario de mi nueva vida.
La derivada racista de la DANA
Há 18 horas