Del amor
Últimamente, los veo casi cada día: en la playa, en el gimnasio, por la calle. Sigo saludando. A veces me da la impresión de que es casi como una penitencia que me he impuesto.
Me pregunto qué justificación se darán el uno al otro (y cada uno a sí mismo) para continuar albergando tanto resentimiento. Y, en el fondo, me duele por él, sobre todo por él (a ella no la conozco), porque sé que es bueno, que algo en su interior se remueve incómodo cuando se obliga a comportarse así.
Y me sigue sorprendiendo la "facilidad" con la que nos convertimos en desconocidos. Después de años de confesiones, de intimidades, de compartirlo todo, de entregarlo todo... Pasa el tiempo y no queda nada. O tal vez sí queda, pero nos obligamos a esconderlo en el rincón más alejado para no acceder a ese recuerdo.
A mí me gusta recordar, me gusta buscar esas sensaciones, las emociones que sentí en los buenos momentos. Me gusta pensar en aquel viaje en tren, volviendo a casa, mientras escribía que por fin lo había encontrado, que era ÉL y que me sentía inmensamente feliz. Me gusta recordar los fines de semana en mi piso de estudiante obligándonos a no besarnos, a ver cuánto tiempo aguantábamos sin hacerlo. Las esperas en la estación de tren, nerviosa al verlo aparecer en el andén. Y las promesas de felicidad para siempre.
Pero también recuerdo las dudas de los últimos años. La sensación de confundir la comodidad con el amor. La soledad más absoluta en el peor momento de mi vida. El sentir que me estaba equivocando...
Duele, sobre todo, que ocurra con el que había sido el más importante, con el que más has construído, con el que pensabas que siempre, siempre, sería un amigo.
De la salud
Me dice S que me estoy volviendo vigoréxica (y que me entiende muy bien).
Y puede que tenga razón. Pero lo que me estoy volviendo, realmente, es mayor.
Del dinero
Si no lo necesitase para vivir, cogería la puerta, hoy mismo, y no volvería más. Seguramente. Y me dedicaría a vivir a Cibrán, a enseñar, a bailar, a escribir en la libreta de flores, a aprender a tocar la batería, a actuar, a leer libros sobre personas, a visitar a los amigos, a cuidarlos...
Pero lo necesito, y tengo la obligación de encontrar un lugar donde pueda ganarlo y disfrutar a la vez.
6 comentários:
La nostalgia, quizás debería decir la emotividad, controlada, hace que escribas así de bien, creo. O a mí me lo parece. Por otra parte, ¿tocar la batería?. Bueno, un instrumento como otro cualquiera. Tengo amigos que tocan la batería.
Un abrazo
Hay alguna de eas cosas (si no todas) que seguro puedes hacer (y haces). Lo de escribir en la libreta de flores estoy segura....
Bicos
PD. Yo te ando leyendo hacia atrás... Voy por el 2011 :)
La vigorexia es un camino de no retorno, pregúntale a Nano.
Gracias, José Luis!
No sé si será nostalgia, porque no lo echo de menos, en realidad, pero me gusta recordar porque, cuando fue bueno, fue muy bueno.
La batería, sí! Me gusta mucho, muchísimo, la percusión. Será porque, como mi hijo, tengo más ritmo que oído :-)
Las hago, o intento hacerlas, pero no veas cómo me condiciona el ánimo mi trabajo...
P.D. Yo ya acabé!!!
Eso espero, Aroa, que no decaiga!!!
Me dijo Aroa esta mañana, tomando café, que con respecto a la vigorexia me preguntaras a mí. No puede evitar ser un poco perra.
Solo soy un viejico que va 5 días a la piscina a nadar 45-50 minutos, para estar fuertico.
Cierto que, cuando nos vemos Aroa y yo, nos tocamos mutuamente los bíceps y hombros para constatar que la cosa va bien.
Como dice ella: es un camino sin retorno.
Besos
Espero que lo sea, para no flaquear, NáN.
A mí "me pone muchísimo" el deporte. Es algo más que una cuestión de salud.
Soy muy competitiva (qué se le va a hacer) y lo de medir mis propias fuerzas me motiva cada día más. Y cuando acabo (hecha polvo y congestionada como una berenjena) me siento la más de lo más.
Un beso.
(Qué gusto verte por aquí.)
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