Esta tarde una tormenta me sorprendió en la carretera. No era la lluvia tranquila de los últimos meses: era una auténtica cortina de agua que nos obligaba a todos a reducir la velocidad y conducir a setenta o sesenta kilómetros por hora, un verdadero aguacero que el asfalto no podía evacuar lo suficientemente rápido. Los limpiaparabrisas no daban abasto a limpiar el cristal y decidí que su sonido rítmico y afinado me bastaba. El agua repiqueteaba en el techo metálico del coche y decidí que no podría atravesarlo.
No podemos decidir todo lo que va a sucedernos pero sí podemos decidir cómo enfrentarlo. Tal vez.
5 comentários:
Esta tarde una tormenta me sorprendió en la carretera. No era la lluvia tranquila de los últimos meses: era una auténtica cortina de agua que nos obligaba a todos a reducir la velocidad y conducir a setenta o sesenta kilómetros por hora, un verdadero aguacero que el asfalto no podía evacuar lo suficientemente rápido. Los limpiaparabrisas no daban abasto a limpiar el cristal y decidí que su sonido rítmico y afinado me bastaba. El agua repiqueteaba en el techo metálico del coche y decidí que no podría atravesarlo.
No podemos decidir todo lo que va a sucedernos pero sí podemos decidir cómo enfrentarlo. Tal vez.
Un beso muy muy fuerte.
Vaya... ¡ánimo!
http://madredemarte.wordpress.com/
Mejor. Así nos podemos enfrentar a ella como bravos, en lugar de sestear en la inmundicia de lo superficial.
Gracias, Jesús, muchas gracias.
Es duro ver que los seres queridos sufren y no poder aplacar ese dolor.
Gracias, Madre.
Tienes razón, NáN.
Pero a veces es tan duro...
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