Ayer, al llegar a casa exhausta, me desplomé en la cama de Cibrán mientras él jugaba en la alfombra. Dormité hasta que él me tocó la pierna: Mamá, que te duermes!
Se nos había hecho tarde y aún teníamos que ir al super antes de salir escopetados para no llegar tarde a teatro.
Me levanté diciéndole que nos íbamos pitando y fui a por el bolso. Cuando volví a su habitación a buscarlo, porque tardaba, allí estaba él, recogiendo todos los juguetes y colocando cada cosa en su sitio. Al levantarse arrugó la alfombra y, al darse cuenta, volvió sobre sus pasos para estirarla.
... tal astilla.
De la depresión al hartazgo
Há 3 dias
4 comentários:
Ay, la genética...
Está sobrevalorada.
No se crea, Filla. Que tiene lo suyo.
Eso solo pasa con los hijos o se puede contagiar a los que viven con uno ;-P
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