segunda-feira, 27 de fevereiro de 2012

Buenas intenciones

Estábamos sentados en un banco de la plaza, compungidos porque habíamos salido de casa con la esperanza de encontrar a sus “colegas” y no había rastro de ellos. Mientras merienda, jugamos a inventarnos historias a medias: yo digo una frase, él otra, y así vamos haciendo una historia. Casi todas acaban con un monstruo que se come a alguien.
Se acerca a nosotros una señora:
- ¿Es tuyo?-Asiento con la cabeza.
- ¡Ay! Qué bien. ¿Y tuyos... tienes? (Lo típico)
- Sí, este.
- Ya, no... Digo...
- Es hijo único.
- ¡Ah! Muy bien. Qué guapo es. Es guapísimo. ¿Y hace mucho que lo tienes?
- Sí, 5 años. 
Y aquí le toca el pelo, lo agarra por el mentón y le aprieta un poquito los mofletes. Cibrán intenta apartar la cara. Se gira hacia mí y su cara de enfado es evidente.
- ¡Ay! Qué lindo, mira qué vergüenza le da. 
Sorprende la escasa empatía que los adultos solemos mostrar hacia los niños. No es vergüenza, es cabreo, porque a mi hijo no le gusta que le toqueteen el pelo ni que le aprieten la cara los desconocidos. Y se lo hacen un par de veces al día, como mínimo.

Cibrán se levanta a jugar con su patinete y le pido que tire la cáscara del plátano en la papelera. Se lo digo en gallego.
- ¡Anda! ¡Y le hablas en gallego! ¿Y te entiende?
- Sí, claro, es su idioma. 
 La conversación continuó: lo raro que es que alguien de mi edad hable en gallego en esta ciudad, la lotería que le había tocado a mi hijo (“a mí sí, desde luego” le aclaré), lo guapos que son todos (aquí no hice aclaración) y demás tópicos.

Pero hubo una cosa que me gustó mucho. La señora me comentó de conocidos y parientes que también habían adoptado y me dijo:
- Y hay quién dice que no es lo mismo. Y mira tú, si nadie sabe cómo te van a salir los hijos... ni los tuyos ni los otros. Si al final, el 90% es la casa. 
 Se fue, después de un rato, dándome la enhorabuena y alegrándose de conocernos.

Los adoptantes solemos poner una barrera a las incursiones de los extraños. Suele haber comentarios poco afortunados, frases desacertadas y, muy habitualmente, un exceso de confianza. Pero creo, y este caso es un buen ejemplo, que lo normal, lo que casi siempre hay por parte de estos “intrusos” es buena intención y ganas de demostrarnos su apoyo y su interés.

sexta-feira, 24 de fevereiro de 2012

Me voy a África


Toca cenar judías. El conflicto ya lo veo venir, pero, aún así, me armo de paciencia y no me rindo.

-         No me gustan.
-         No lo sabes si no las pruebas.
-         Es que ya sé que no me gustan.
-         Las comiste un montón de veces y te gustaron.

Y así, un rato. Cuando la cosa ya no da para más, me pongo seria, muy seria. Y él, viendo que ya no le quedan argumentos ni armas para defenderse o atacar, me espeta:

-         Es que ya estoy cansado, mamá. ¡¡Me voy a África!!

Tuve que contener la risa mientras le decía que él no se iba a ningún lado, ni a África ni a la vuelta de la esquina, sin mi permiso y el de su padre. Que para ir a África tendría que ir con nosotros o ser muy mayor para poder ir solo.

En el fondo creo que es lo que esperaba oir.

terça-feira, 14 de fevereiro de 2012

Febrero


Febrero es un mes raro, a caballo entre la Navidad y mi cumpleaños. Donde parece que el invierno quiere alejarse sin que la primavera tenga todavía interés por llegar.


Me recuerda a mi época de estudiante universitaria, a los exámenes, a los nervios, al tiempo perdido absurdamente entre octubre y diciembre.

Me recuerda a mi abuela, a los freixós y a sus dedos dándoles vuelta en la sartén, sin protección alguna. Y la echo de menos.

Febrero es un poco triste.

quinta-feira, 2 de fevereiro de 2012

¿Preocupada?

En la radio, mientras voy al trabajo, escucho a Ana Mato, Ministra de Sanidad, explicando el por qué del estudio que ha solicitado sobre la píldora del día después.

Le preocupan, sobre todo, las adolescentes. Y quiere conocer los efectos perjudiciales que puede producir esa sobredosis hormonal en un cuerpo que aun no ha terminado que madurar.

Y a mí me parece bien que investiguen. Es más, me parece lo deseable y lo que se debería hacer siempre. Pero me extraña que no le preocupen, también, los efectos perjudiciales que puede tener un embarazo (no deseado) en ese mismo cuerpo inmaduro. En ese cuerpo y en esa mente.