quarta-feira, 2 de dezembro de 2015

La importancia de los símbolos

A mi abuelo, que murió hace 14 años, lo condenaron a muerte durante la Guerra Civil. Se salvó pero vivió el resto de su vida marcado, como es evidente, por ese hecho.

A la madre de mi amiga N, militante comunista, la encarcelaron por defender la libertad y “los grises” la asediaban día tras día. Continúa luchando por lo mismo.

Los padres de mi amiga R vivieron exiliados en Francia. Huyeron porque eran perseguidos por el régimen franquista. Hoy, ayudan a criar a sus nietos en los mismos principios que defendieron durante toda su vida.

Cuando mi prima L fue profesora en un colegio de Ferrol, un día preguntó a sus alumnos quién era el patrón de la ciudad y uno de ellos, muy avispado, le contestó: San Franco del Caudillo. Eran niños de 5 años, que ahora tendrán unos 15.

La opinión del señor Albert Rivera es un claro reflejo de que existen Españas muy distintas y que los políticos deciden mirar hacia la que más les conviene. O eso, o no se enteran de lo que pasa.

Cada uno opina, como dice el refrán, "da feira según lle foi nela". Pero los políticos tienen la difícil tarea de escuchar las opiniones de todos.

Seguramente, al señor Rivera o a Esperanza Aguirre (lo de señora le queda enorme a esta... persona), pasear por la calle Alférez Provisional, por la avenida del Generalísimo o sentarse en la plaza  Millán Astray no les dé ni frío ni calor. A la una porque, como ya dijo, no le parece que la cosa fuese como se cuenta, y al otro porque su juventud le hace ver la historia reciente como algo lejano y ajeno.

Pero el caso es que gran parte de la población de España ha vivido la dictadura de Franco. Prácticamente la mitad de la población nacimos en la dictadura. Nuestros padres la vivieron y la sufrieron en primera persona. Nuestros abuelos, además, lucharon en la guerra.

A mi abuelo se le revolvía el estómago cada vez que pasaba por la Plaza de España y veía el monumento del que ordenó su muerte, el que mandó al monte a sus hermanos y dejó viudas a las mujeres de sus compañeros, el que le prohibió leer en su lengua y lo obligó a ocultar sus ideas.

La dictadura no está superada mientras a mí (y a tantos otros), se me encoja el alma pensando en mi abuelo, cuando veo una calle que honra a un franquista.

quarta-feira, 22 de abril de 2015

Barbarie


Podría ser mi hijo o mi sobrina, o mi sobrino pequeño.
O el hijo de mi amiga Ángela, o el de Ana, o alguno de los de Lucía. Tal vez la hija de Carlos o los de  Carmen… Cualquiera de ellos, si la vida no hubiese sido como fue, podría ir en ese barco.

Y tal y como ha ido la vida, es posible que sus hermanos, o sus padres, o aquellos que cuidaron de ellos, de nuestros hijos, hasta que ya no pudieron más, hasta que el hambre, la necesidad y la falta absoluta de recursos los obligó a dejarlos marchar, hayan ido en ese barco.

Tal vez ahora estén en tierra firme, con la esperanza llenando su estómago, convencidos de que lo peor ya ha pasado. O tal vez no, y sus cuerpos se estén hundiendo poco a poco junto a los de todos aquellos que no consiguieron llegar.

Cruzamos ese mar para cumplir nuestro deseo de ser padres. De regreso, nuestros hijos cambiaron de categoría y se convirtieron en ciudadanos de primera. Pero son los mismos. Y nosotros también.

Cuando veo a toda esa gente, veo a mi hijo y pienso, sobre todo, en su madre, en su otra madre.

Si dios existe, no nos va a perdonar esta barbarie.

quarta-feira, 8 de abril de 2015

Sefiña

Unas manos rosadas, enormes, duras de trabajar un día tras otro, sin descanso. Tan duras como tiernas cuando te daba aquellos abrazos inmensos. Estar sentada en su colo* era como sentirse fuera de todo peligro, amparada por aquel pecho que era como un castillo.

Me enseñó a no tenerles miedo ni a las vacas, ni a los puchos*. Me hizo madrina de Marela y dueña honorífica de Nuca. Puso la naturaleza a mi alcance y me metió la tierra, mi tierra, en el alma. Me hizo amar el origen de lo que soy y de donde vengo.

La felicidad de mi infancia la recuerdo alrededor de su falda y de sus calderetas de leche caliente.

Hay personas que una cree que nunca se irán, porque son como pilares sobre los que el mundo se sustenta. Pero se van, como nos iremos todos.

Era demasiado joven y le quedaba demasiada vida por delante.

Era, como su madre, una Mujer con mayúscula.


*colo: regazo
*pucho: ternero

terça-feira, 3 de fevereiro de 2015

Agua

A veces siento que me ahogo un poco.
En mi trabajo, en mi familia, en mi vida... me falta el aire.


Será febrero...

quinta-feira, 29 de janeiro de 2015

The affair

Para aquellos que han sufrido (y/o cometido) una infidelidad y que además "disfrutan" urgando en la herida, esta es una buena serie. El título no miente: va de eso.
Supongo que es inevitable, cuando una lee un libro o ve una película, identificarse con alguno de los personajes. En esta ocasión, mi subconsciente no tenía muy claro por cual decantarse.

Como mis infidelidades (las cometidas) nunca han llegado al rango de drama (nunca han sido ni lo suficientemente largas ni lo necesariamente trascendentes),  mientras que las otras, las sufridas, sí fueron apoteósicas, en cierta medida me he identificado más con la víctima que con el verdugo. Aunque la adúltera me resultaba más cercana (en su forma de ser, en su tristeza vital... incluso en sus sentimientos y forma de actuar).

La serie (me) resulta bastante desasosegante: esa sensación de que todo puede cambiar en un segundo es tan excitante como aterradora. Y aunque en la serie no se habla de eso (más bien al contrario), me ha valido para revivir la sensación de aire fresco que aparece tras el drama.

En las relaciones, nos importa encontrar a una persona que se acople a nosotros, que nos guste, con la que tengamos coincidencias... Siempre pensando en el tiempo que estaremos juntos. Pocas veces (o ninguna) sopesamos si esa persona cumple también los requisitos para separarnos de ella: ¿Cómo será nuestra relación después? ¿Es así como quiero que sea mi ex-pareja?

Nadie está libre de engañar ni de que le engañen. Y eso, en realidad, no es lo importante. Lo que marca la diferencia es lo que viene después: qué queda de todo lo vivido cuando se acaba. Y si hay hijos por el medio, es crucial.

Eso, supongo, nunca se piensa. De hecho, aunque lo pensásemos, seguramente nos equivocaríamos.

Yo me equivoqué.