quinta-feira, 26 de maio de 2011

Matilde

Si tuviese que escoger un lugar con el que me sienta identificada este sería, sin duda alguna, uno de los elegidos:



Y ella, mi tía, una de las personas que lo hizo posible.

Ayer, tras 98 años, se agotó y se fue.

La mujer más fuerte que he conocido.

Una Mujer con mayúscula.

Se ha ido y me quedo con la pena de no haber podido ponerle su nombre a una hija mía, en su honor.

quarta-feira, 18 de maio de 2011

Confusiones y aprendizajes

- ¿Qué vas a pedir para beber?
- Yo Coca-Cola zin gazolina, vale?

***

- ¿Pero Pili os contó qué fue lo que se lastimó su marido?
- Zí, fue aquí (señalando la rodilla). Un caballo le rompió loz teztículoz.

***
- ¿Y tú que aprendiste de la película de Abebe Bikila?
- Que cuando ze eztá en una carrera no ze puede parar a tomar la merienda.

terça-feira, 10 de maio de 2011

Amor infantil

Tengo amigas para las que los niños, como sexo masculino, fueron invisibles hasta bien entrada la adolescencia.

La única referencia que podían hacer de ellos durante su infancia era que resultaban un coñazo porque les rompían los juguetes, se metían con ellas y no las dejaban jugar tranquilas.

A pesar de sufrir las mismas consecuencias, para mí los niños eran, además, otra cosa. No recuerdo ningún momento de mi infancia en el que no haya estado enamorada. Y la sensación era prácticamente igual a la que he sentido de adulta.

Con 8 años me enamoré de mi profesor de natación, y sufrí todos los síntomas posibles: falta de apetito, desazón, nerviosismo, melancolía... Un día, durante la clase, me dio un calambre y el profesor tuvo que sacarme en brazos de la piscina. Cuando me vi allí, abrazada a su cuello, con sus brazos sosteniéndome en el aire, la punzada en mi estómago fue tan intensa que creí que me estaba pasando algo grave.

Resultó que solo era eso: amor.

quarta-feira, 4 de maio de 2011

1 de mayo de 2007

Hacinados en un microbús en el que mi amiga A. estuvo a punto de perder el conocimiento debido al calor, recorremos los kilómetros que separan el hotel de la casa donde viven.

Ellos nos esperan allí, seguramente sin saberlo.

El vehículo abandona la carretera asfaltada y se adentra en un camino de piedras y tierra donde un hombre trabaja rellenando los múltiples baches que lo cubren.

Al llegar a la puerta el conductor pita y Muna, muy sonriente, nos abre el portalón. Noto que las lágrimas empiezan a caer pero no tengo la sensación de estar llorando.

Cuando entramos en la casa, los niños mayores esperan de pie, alineados, y van corriendo a los brazos de sus padres en cuanto los reconocen.

Miro y no lo veo por ningún lado. Una cuidadora se acerca a nosotros y mi (en aquel momento) marido le pregunta.

- Samuel?

Ella sacude la cabeza sin entender.

- Baby?

Ahora se da cuenta y señala la puerta por donde lo vemos venir, en brazos de otra cuidadora.

Es infinitamente más hermoso de lo que había imaginado jamás.

Ahora sí lloro, mientras lo abrazo, lo beso, lo huelo, lo miro. Y solo puedo pensar.

Gracias, gracias, gracias.

Celebrándolo, un año más