Al llegar a la arena busqué un hueco entre las toallas y las sombrillas. Al mirar a mi alrededor ví a L, justo a mi lado. Lo saludé con prisa, hice las preguntas de rigor -¿Qué tal P?, ¿Todos bien en casa?- y me despedí aduciendo que no tenía mucho tiempo y que quería caminar hasta la otra punta. Lo segundo era cierto.
Me encantan las playas con marea baja, que te permiten caminar sobre la arena húmeda y endurecida. Ayer el mar estaba increíblemente calmo y cristalino. Las olas llegaban a la orilla prácticamente sin romper. Se elevaban y volvían a caer sin imperfecciones. Parecían de cristal.
Pensé lo mucho que le habría gustado nadar aquí, en el agua limpísima. Lo imaginé sumergiendo la cabeza, braceando y levantándose después sonriente y orgulloso de sus progresos.
No consigo acostumbrarme a sus ausencias.
5 comentários:
No lo haga, no se acostumbre. ¿No sería, en realidad, un poco triste acostumbrarse?
Qué foto más bonita.
Tiene razón el Porto.
La foto, a más de bonita, es un poco cabronada ponerla, ¿no? Que no todos tenemos mar, oiga.
Por eso la pongo, NáN, por eso. A ver si le pica el gusanillo y se anima de una vez...
Porto, discrepo, más o menos, discrepo.
Buon giorno.
No me meto en lo que no sé. Pero un abrazo de todos modos.
Ha conseguido darme envidia con la foto y con lo relatado. Cuando quiero quedarme solo debo caminar sorteando obras hasta meterme en el metro. ¡Ay!
Claro, pero seguro que si voy allí el mar no está así y me decís, "qué pena, hasta ayer mismo estaba maravilloso". (Mis defensas agorafóbicas están potentes y rápidas).
Reconozco, sin embargo, ue tal como está en la foto es un sueño.
Postar um comentário