Es fácil acompañar en la alegría. No vale cualquiera, claro, porque para todo hay que saber, pero sin duda es fácil encontrar a alguien que lo haga y que, además, lo haga bien.
Pero con la tristeza, ya es otra cosa, porque es difícil permanecer sin abatirse; compartir, consolar y respetar la pena sin levantar un muro que nos proteja de ella, que nos aleje.
Y yo, quiero quedarme.
La derivada racista de la DANA
Há uma semana
7 comentários:
Tienes mucha razón, Filla, no es fácil acompañar cuando hay un manantial de dolor, cuando se trata de la mágoa. Desde pequeñita me enseñaron que es importante comunicar esperanza al que sufre. Pero no es así. A veces lo necesario no es hablar, sino estar, como dices tú, quedarse.
Y yo también me quedo, acompañando en el sentimiento, en el sentido más auténtico de la expresión, aunque no se me necesite...me quedo.
Un abrazo cálido, en medio de este frío invernal.
Eso es. Para mí es una de las cosas más difíciles y a veces todavía me equivoco. Saber cuándo esperan que contestes y cuándo solo desean que escuches.
Y tiene su angustia, la cosa, porque si hablas a quien quería un hombro o callas ante quien quería una voz, cometes un daño que pone otra capa de cebolla al daño.
Yo en esto, más que la dificultad de saber qué hacer, veo el problema de los propios sentimientos, de cuánto malestar ajeno podemos aguantar sin resentirnos. Es una cuestión de decisión y aun de interés, de implicación.
Y después hay que saber cómo, claro; pero antes, querer.
Un beso.
Susana, es difícil acertar, no? Pero, si ni siquiera se intenta, entonces se convierte en imposible.
Será cuestión de conocerse, NáN, non crees? A uno mismo y al otro. Pero sobre todo, creo yo, de ser sincero. De apartar el miedo y actuar con sinceridad y con respeto.
Hay que querer, sin duda, Porto. Y no es, en ciertas ocasiones, el miedo a querer lo que nos aleja?
Sí.
El miedo tiene infinitas caras, Pequeña Saltamontes...
Melón!
Que sí, mujer, que tiene usted razón: miedo porque no sabemos lo que queremos, y miedo a saberlo.
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