Ayer, viendo el telediario, escuché una opinión que me pareció reveladora:
“En las audiciones a ciegas para seleccionar a los músicos entran el doble de mujeres que en las que no hay biombo.”
Lo decía Javier Noya, sociólogo del grupo Música de la Universidad Complutense de Madrid.
Me pregunto qué sucedería si en el resto de los trabajos se pudiese llevar a cabo esa selección “a ciegas” sin identificar el sexo del candidato o candidata a ocupar el puesto.
Estoy segura de que nos llevaríamos muchísimas sorpresas. Estoy segura, por ejemplo, de que la cantidad de soldadoras, caldereras, electricistas, fontaneras, almaceneras... que se incorporarían a las empresas sería apabullante, en el caso de que las hubiese, claro.
El problema es que algunas hay pero son pocas, muy pocas. Y las que hay, las que se han atrevido a dar el paso y meterse en un mundo absolutamente masculinizado (ya a nivel académico), al llegar al mercado laboral se han dado de bruces con la realidad y en la mayoría de los casos su trabajo no llega ni a valorarse: llega un currículum para cubrir uno de estos puestos y, en el momento en que se ve que pertenece a una mujer, se desecha, directamente, sin ningún tipo de escrúpulo ni pudor.
Lo sé porque lo he visto y sufrido en mis múltiples intentos por incorporar mujeres a la empresa en la que trabajo. Y resulta asquerosamente insultante la desfachatez con la que los que tienen la potestad de decidir este tipo de incorporaciones (hombres, por supuesto) toman su decisión sin ni siquiera argumentarla.
Y el argumento, en realidad, ya lo conocemos: los embarazos, los hijos, las responsabilidades que las mujeres asumen fuera del trabajo, el cumplimiento de ese tipo de obligaciones...
Y esto no hace otra cosa que evidenciar, por lo menos ante mis ojos, que hay mucho camino que recorrer todavía para que los derechos y deberes de unos y otras sean similares.
¿Acaso los hombres no tienen hijos? ¿Acaso no deben responsabilizarse de educarlos, de llevarlos al médico, de cuidarlos? ¿Acaso no deben atender a sus mayores, a los posibles enfermos que haya en su familia, a sus obligaciones domésticas y familiares en general?
A veces, mirando a mi alrededor, tengo serias dudas de que la igualdad llegue a conseguirse algún día.
La derivada racista de la DANA
Há uma semana
3 comentários:
Hay excepciones. Mi empresa es una de ellas.
Sirwood
Ay, la archimanida igualdad. Yo a veces pienso que nos hemos engañado a nosotras mismas. Trabajamos dentro y fuera de casa, llevamos el peso de la familia, de nuestro puesto de trabajo. Tenemos que ser estupendas en todo. No sé.
Pero no es este el tema. Respecto a lo que dices lo tengo clarísimo: hasta que los hombres no cojan de manera natural una baja por paternidad, nada.
Los empresarios de los que hablas, que desgraciadamente son los más, tienen una estrechez de miras muy grande. Cuando pase una generación y no haya suficiente gente para adquirir sus productos/servicios tal vez pensarán que no eran tan malos los embarazos de sus empleadas.
Es increíble todo esto. :-(
Sirwood, ¿de qué es su empresa? ¿de costura? ¿limpiadoras? ¿enfermeras? ¿azafatas? No se lo tome a mal; es una coña aunque no es tan de coña. Sólo superamos a los hombres, salarialmente hablando, en un sector: modelaje.
Hola A filla, depende del día estoy... ¿por qué?
Un beso.
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