Ayer hacía un calor insoportable, como a mí me gusta.
Al llegar a casa de la playa nos duchamos y Cibrán salió al patio, a jugar con unos amigos, mientras yo preparaba la cena. La puerta abierta hacia el patio, escuchándolos mientras jugaban.
Cenamos fuera, bajo la sombrilla, y después siguió jugando un ratito más, antes de irse a la cama.
Al verlo entrar, radiante tras despedirse de sus amigos “de patio” diciéndoles hasta mañana, me sentí feliz y afortunada de vivir donde vivimos, de poder ofrecérselo a mi hijo y de que él lo disfrute.
Ojalá el día de mañana recuerde su niñez con momentos como el de esta noche.
La derivada racista de la DANA
Há uma semana
6 comentários:
Pues seguro.
oh qué envidia
sobre todo por eso de volver de la playa un jueves
aquí hubo tormenta eléctrica
sin más
Aroa, es que yo con lo de la playa tengo un trauma, y mi hijo sufre las consecuencias.
Mi madre le tiene un miedo atroz al mar (mi padre es marino mercante) y cuando estábamos con ella en verano, la playa la veíamos en foto (eso sí, en invierno íbamos todos los días...).
Así que yo, en cuanto sale un rayito de sol, allá me voy. Y Cibrán encantado. Por suerte le gusta tanto como a mí.
Y sí, es un lujazo poder ir a la playa un día de semana, después de trabajar. A veces aún me sorprende poder hacerlo así, libremente, sin la mirada inquisidora de mi madre y sin sus advertencias: "Y nada de meterse en el agua. Como mucho hasta los tobillos."
jua, juá. En casa del herrero...
Ayer, que aquí también hacía un calor sofocante, le recordaba yo a mi madre cuando subíamos para casa después de dar un paseuco con el perro, lo que me gustaban las noches de calor en las que los vecinos salían con sus sillas a la calle a "tomar el fresco" cuando éramos pequeños. Sin más.
Seguro que lo recuerda, y qué bonito que lo haga.
Un beso, A filla.
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