Para aquellos que han sufrido (y/o cometido) una infidelidad y que además "disfrutan" urgando en la herida, esta es una buena serie. El título no miente: va de eso.
Supongo que es inevitable, cuando una lee un libro o ve una película, identificarse con alguno de los personajes. En esta ocasión, mi subconsciente no tenía muy claro por cual decantarse.
Como mis infidelidades (las cometidas) nunca han llegado al rango de drama (nunca han sido ni lo suficientemente largas ni lo necesariamente trascendentes), mientras que las otras, las sufridas, sí fueron apoteósicas, en cierta medida me he identificado más con la víctima que con el verdugo. Aunque la adúltera me resultaba más cercana (en su forma de ser, en su tristeza vital... incluso en sus sentimientos y forma de actuar).
La serie (me) resulta bastante desasosegante: esa sensación de que todo puede cambiar en un segundo es tan excitante como aterradora. Y aunque en la serie no se habla de eso (más bien al contrario), me ha valido para revivir la sensación de aire fresco que aparece tras el drama.
En las relaciones, nos importa encontrar a una persona que se acople a nosotros, que nos guste, con la que tengamos coincidencias... Siempre pensando en el tiempo que estaremos juntos. Pocas veces (o ninguna) sopesamos si esa persona cumple también los requisitos para separarnos de ella: ¿Cómo será nuestra relación después? ¿Es así como quiero que sea mi ex-pareja?
Nadie está libre de engañar ni de que le engañen. Y eso, en realidad, no
es lo importante. Lo que marca la diferencia es lo que viene después:
qué queda de todo lo vivido cuando se acaba. Y si hay hijos por el medio, es crucial.
Eso, supongo, nunca se piensa. De hecho, aunque lo pensásemos, seguramente nos equivocaríamos.
Yo me equivoqué.
quinta-feira, 29 de janeiro de 2015
quinta-feira, 30 de outubro de 2014
La vida es maravillosa
Tengo un trabajo que, poco a poco y gracias, sobre todo, a mi compañero, cada día me gusta un poco más.
Tengo unos amigos que, a golpe de teléfono o de mensaje, están ahí al lado, aunque nos separen cientos de kilómetros, con los brazos abiertos para recoger mis pedazos.
Tengo unos padres que, con un montón de años a cuestas, continúan estando sanos, felices y siempre disponibles.
Tengo unos hermanos que siempre, siempre, siempre, me acompañan (aunque nos separe un oceano inmenso).
Tengo una pareja que es mi amigo, mi amante, mi confidente.
Y tengo un hijo, un pequeño superhéroe que hoy cumple 8 años. Gracias a todo esto pero, sobre todo, gracias a él, la vida es maravillosa.
Felicidades Surillé, konjo.
Tengo unos amigos que, a golpe de teléfono o de mensaje, están ahí al lado, aunque nos separen cientos de kilómetros, con los brazos abiertos para recoger mis pedazos.
Tengo unos padres que, con un montón de años a cuestas, continúan estando sanos, felices y siempre disponibles.
Tengo unos hermanos que siempre, siempre, siempre, me acompañan (aunque nos separe un oceano inmenso).
Tengo una pareja que es mi amigo, mi amante, mi confidente.
Y tengo un hijo, un pequeño superhéroe que hoy cumple 8 años. Gracias a todo esto pero, sobre todo, gracias a él, la vida es maravillosa.
Felicidades Surillé, konjo.
quarta-feira, 15 de outubro de 2014
Criminales
Hace tiempo, años ya, que no veo la televisión ni leo la prensa. Mi contacto con el resto del mundo (el que no está en mi entorno más cercano) se reduce a la escasa media hora que escucho la radio yendo o volviendo del trabajo.
Son apenas 15 minutos por trayecto, en los que Radio 5 me actualiza en lo imprescindible.
Salvo las ocasiones en las que mi horario de ida o de vuelta coincide con esos pequeños y deliciosos espacios (Cajón de músicas, Ciencia y acción, Vidas contadas…) el tiempo en el coche suele coincidir con un espacio de noticias.
Cualquiera de las indignidades que acontecen alrededor de los políticos y dirigentes de este país sería suficiente para revolverle el estómago al más pintado pero, concretamente, lo de las tarjetas opacas a mí me ha dejado atónita.
Cómo un país puede albergar tal cantidad de mentirosos, facinerosos e hijos de la grandísima puta que roban el dinero de sus conciudadanos mientras familias enteras viven en la más absoluta indigencia, mientras personas formadas, trabajadoras, buenas (personas buenas, joder) pasan necesidades, hambre, frío; mientras niños, cientos de niños, miles de niños en este país, sufren la precariedad más absoluta en sus casas.
Asquerosos ladrones que se dedican a recortar la educación y la sanidad de nuestros hijos y la nuestra mientras se gastan el dinero que nos roban sin la menor vergüenza.
Siento no creer en dios, porque eso, por lo menos, me daría la esperanza de que sufrirán la condenación eterna. Pero como eso, tristemente, no sucederá, espero por lo menos que el azar les traiga una enfermedad dolorosa y limitante, que el ébola que contagió a esa pobre mujer los contagie a ellos y mueran solos y condenados ahogados en sus propios vómitos y esputos. Y que se lleven a la tumba todo el puto dinero que nos han robado. Criminales.
Salvo las ocasiones en las que mi horario de ida o de vuelta coincide con esos pequeños y deliciosos espacios (Cajón de músicas, Ciencia y acción, Vidas contadas…) el tiempo en el coche suele coincidir con un espacio de noticias.
Cualquiera de las indignidades que acontecen alrededor de los políticos y dirigentes de este país sería suficiente para revolverle el estómago al más pintado pero, concretamente, lo de las tarjetas opacas a mí me ha dejado atónita.
Cómo un país puede albergar tal cantidad de mentirosos, facinerosos e hijos de la grandísima puta que roban el dinero de sus conciudadanos mientras familias enteras viven en la más absoluta indigencia, mientras personas formadas, trabajadoras, buenas (personas buenas, joder) pasan necesidades, hambre, frío; mientras niños, cientos de niños, miles de niños en este país, sufren la precariedad más absoluta en sus casas.
Asquerosos ladrones que se dedican a recortar la educación y la sanidad de nuestros hijos y la nuestra mientras se gastan el dinero que nos roban sin la menor vergüenza.
Siento no creer en dios, porque eso, por lo menos, me daría la esperanza de que sufrirán la condenación eterna. Pero como eso, tristemente, no sucederá, espero por lo menos que el azar les traiga una enfermedad dolorosa y limitante, que el ébola que contagió a esa pobre mujer los contagie a ellos y mueran solos y condenados ahogados en sus propios vómitos y esputos. Y que se lleven a la tumba todo el puto dinero que nos han robado. Criminales.
quinta-feira, 21 de agosto de 2014
De pega
Qué sobado está el tema de la conciliación y la igualdad;
qué gastado… Sin que se llegue a ninguna solución real. Todo son parches, “postureo”,
medidas estéticas para que parezca “que…” cuando en realidad ni de coña nos
acercamos a nada mínimamente razonable.
Asisto (estupefacta y moralmente agotada) a una conversación
entre mis compañeros de trabajo (todos menores de 40 años): afirman que es verdad, que las mujeres, en
cuanto tienen hijos… pues eso, que laboralmente…
Apuntillo (al borde del desfallecimiento) que los hijos no
los tenemos solo las mujeres. Que, por desgracia, todavía no hemos conseguido
evolucionar hasta el hermafroditismo, para que cada uno se reproduzca bajo su
absoluta y única responsabilidad.
Qué absurdo desgaste de energía. Es como predicar en el desierto.
********
Es llamativo lo diferentes que
podemos llegar a ser; las tan diferentes maneras que tenemos que afrontar
nuestras responsabilidades, las más importantes, las que implican hacernos
cargos de las vidas que dependen de nosotros.
Veo padres y madres que sufren la marcha de sus hijos,
que se desasosiegan ante la amenazadora visión de una semana alejados de ellos.
En el otro lado de la balanza, los que hace dejación absoluta, ya no solo de su
responsabilidad, sino de la demostración del más mínimo interés.
¿Cómo coño vamos a conseguir la igualdad de derechos y
deberes? ¿Cómo vamos a pretender conciliar la vida laboral y familiar cuándo no
se comparten las responsabilidades?
Lo peor es que no pasa nada. A algunos y algunas nos cabrea,
nos molesta y (cuando tenemos ocasión) gritamos y pataleamos (normalmente sin
la más mínima consecuencia). Mientras, la vida continúa. Y machaca la culpa por haberse equivocado: un hijo se merece otra cosa.
Vi en facebook una definición
que me gustó mucho:
“Una madre soltera es como una mamá normal pero con los
huevos que le faltaron a papá.”
Esta definición
podríamos aplicársela a muchas otras madres, que lo son junto a padres de pega.
quarta-feira, 11 de junho de 2014
Maternidad
quinta-feira, 10 de abril de 2014
segunda-feira, 24 de março de 2014
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