Ayer, al salir con mi hijo del supermercado, encontramos a mi hermano subiéndose al coche de mis padres, que lo llevaría al aeropuerto. De allí a México, hasta el año que viene.
Por la noche, sentía llorar a mi cuñada al otro lado del teléfono, mientras me contaba cómo habían llevado mis sobrinos, esta vez, la despedida de su padre. En enero, la pequeñaja que lleva en la barriga saldrá a la luz para que todos podamos respirar un poco más tranquilos.
Me duermo abrazando a mi hijo que, una noche más, duerme con un barreño al lado de la cama (“por si gomito, mamá”). Un ataque de acetona que se prolonga más de lo esperado.
El día amaneció gris, por dentro y por fuera. No tengo esperanzas de que nada lo salve.
La derivada racista de la DANA
Há 2 semanas
Um comentário:
Para min ese día sempre se pode salvar se nos enchoupamos do gris con consciencia.
Ánimo (que non quere dicir que saias do gris senón o outro ;-)
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