terça-feira, 3 de abril de 2012

Recuerdos

De niña, lo que más recuerdo es el olor de la piel de mi madre. Me acercaba a su cuello y, simulando un beso, inspiraba profundamente el olor de su nuca. Dejaba reposar mi nariz entre su cuello y su hombro. Recuerdo sentarme en su colo*, mientras los mayores hablaban, y escuchar cómo resonaban sus palabras apoyando mi cabeza en su pecho. Y recuerdo llorar, muchísimo (con tantas ganas como las que siento ahora que lo escribo) cuando, de noche, la echaba de menos.

De niña, recuerdo la voz fuerte de mi padre. Esperarlo impaciente al mediodía para llevarle solícita las zapatillas. Acostarme a su lado, en la cama, para echar la siesta y hundir la cabeza en su almohada para (de nuevo) aspirar ese olor a paternidad. Recuerdo sus manos soltando el volante mientras conducía y mi pavoroso miedo. Y hacerme la dormida, en el coche, para que él me llevase a casa en brazos.

El olor de mi madre lo he reconocido en todas las personas a las que he amado. Ese olor ha sido la medida de mi amor.

* Regazo

Um comentário:

gwydir disse...

Q bonito e compartido tamén, eu choro con frecuencia añorando eses momentos ou o medo a non poder sentilos máis.