Hacinados en un microbús en el que mi amiga A. estuvo a punto de perder el conocimiento debido al calor, recorremos los kilómetros que separan el hotel de la casa donde viven.
Ellos nos esperan allí, seguramente sin saberlo.
El vehículo abandona la carretera asfaltada y se adentra en un camino de piedras y tierra donde un hombre trabaja rellenando los múltiples baches que lo cubren.
Al llegar a la puerta el conductor pita y Muna, muy sonriente, nos abre el portalón. Noto que las lágrimas empiezan a caer pero no tengo la sensación de estar llorando.
Cuando entramos en la casa, los niños mayores esperan de pie, alineados, y van corriendo a los brazos de sus padres en cuanto los reconocen.
Miro y no lo veo por ningún lado. Una cuidadora se acerca a nosotros y mi (en aquel momento) marido le pregunta.
- Samuel?
Ella sacude la cabeza sin entender.
- Baby?
Ahora se da cuenta y señala la puerta por donde lo vemos venir, en brazos de otra cuidadora.
Es infinitamente más hermoso de lo que había imaginado jamás.
Ahora sí lloro, mientras lo abrazo, lo beso, lo huelo, lo miro. Y solo puedo pensar.
La derivada racista de la DANA
Há uma semana
2 comentários:
:)
Felicidades.
Y a él.
Idem.
http://madredemarte.wordpress.com/
Postar um comentário