Siempre me he considerado buena persona, supongo que como todo el mundo, aunque soy consciente de que he mejorado en los últimos años.
A pesar de que tengo un carácter fuerte, creo que no soy rencorosa y me resulta imposible mantener una enemistad con alguien durante mucho tiempo. Suele pasarme que me olvido, que me enfrío, que de repente ya no recuerdo el porqué o que simplemente aquel porqué ya no tiene peso y el rencor desaparece para dejar paso, normalmente, al cariño o, en casos aislados, a la indiferencia.
Por eso me resulta tan difícil comprender esos odios, esos rencores que se perpetúan día tras día, año tras año y hacen tan difícil la convivencia y provocan tanto daño.
La derivada racista de la DANA
Há uma semana
Um comentário:
Yo creo que, en general, esos odios, esos rencores, persisten en quienes los necesitan. Que son la manera de no enfrentarse con uno mismo; de desplazar la culpa hacia los demás.
Sin embargo, me imagino qué se puede sentir, por ejemplo, hacia quien la haga daño a tu hijo. Imagínate que alguien le hace daño de verdad, quizá para siempre. ¿Es también una necesidad, odiarlo, para no enloquecer? No lo sé.
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