- ¿A tu hermana le gusta leer?
- Sí.
- ¿Y las vacas?
- Le encantan.
- Pues entonces va a estar como pez en el agua.
Pero me quedé con las ganas, porque la beca que me habían concedido era de la escuela de
peritos y se negaban a que uno de los nuestros la disfrutase. Así que me despedí de la única oportunidad real de aprender inglés en mi vida y me busqué otra cosa.
Y caí en Udine.
El italiano me resultó considerablemente más fácil que el inglés. Y además me gustaba, y me gusta.
Italia es un país al que hay que ir, a pesar de
todo. Y además, de Erasmus, el destino final es casi lo que menos importancia tiene, casi. Claro que yo me fuí de Erasmus a los 29 añitos y no estaba la cosa como para andar desperdiciando oportunidades, y no lo hice.
Me gustó, lo disfruté, aprendí un montón y visité lugares a los que casi con total seguridad no volveré, conocí a mucha gente, hice amigos (a casi todos les perdí la pista) y, en resumen, no me arrepiento ni lo más mínimo.
Pero me queda la espinita, siempre ahí clavada, de no haber vivido en
Sligo: la ciudad de los libros y las vacas.