La vuelta al trabajo ha sido dura: madrugones a las 5 y media de la mañana, jornadas laborales de más de 10 horas y después, para recuperar lo perdido, una hora de gimnasio (he descubierto el bodycombat y me encanta!!!).
A pesar de lo que pueda parecer, ha sido una semana buena, muy buena. Incluso la ausencia de Cibrán la he vivido de un modo bastante constructivo y nuestra conversación telefónica diaria me ha dejado contenta. Y a él también.
Pero esta semana ha sido, sobre todo, musical.
Ayer descubrí estas dos canciones: señales de la vida.
Y ahora, acabo de descubrir esta otra, que no conocía.
Este año, en unos días, se cumplen seis años desde que me separé del padre de Cibrán.
Él está casado desde hace tiempo. Hasta ahí las coincidencias. El resto, por suerte, no se cumple. Pero me ha hecho gracia al escucharla.
sexta-feira, 23 de agosto de 2013
sexta-feira, 16 de agosto de 2013
SEMANA 33
La noche es cálida.
Apago las luces de la cocina y me siento en las escaleras del patio. Solo el run run de la lavadora rompe este silencio extraño. Apenas veo luces en las ventanas vecinas. La luna creciente brilla casi como si fuese llena.
Las plantas han sobrevivido a nuestra ausencia. Supongo que alguna mano maternalmente caritativa ha impedido la catástrofe.
Cibrán ya duerme. Se desplomó sobre la mesa mientras acababa su leche con cereales.
¡Qué envidia de infancia! ¡Qué manera de disfrutarlo todo! ¡Qué placer poder verlo desde aquí!
Se acaban las vacaciones. Tan solo tres días me separan de la vuelta a la oficina y, a pesar de todo, me siento bien, animada, ilusionada ante el reto de continuar.
Hemos dejado la playa, el sol, el mar a primera hora de la mañana: la ilusión de mi vida. Y volvemos a casa, con energías renovadas, con amores renovados, con pasión.
Apago las luces de la cocina y me siento en las escaleras del patio. Solo el run run de la lavadora rompe este silencio extraño. Apenas veo luces en las ventanas vecinas. La luna creciente brilla casi como si fuese llena.
Las plantas han sobrevivido a nuestra ausencia. Supongo que alguna mano maternalmente caritativa ha impedido la catástrofe.
Cibrán ya duerme. Se desplomó sobre la mesa mientras acababa su leche con cereales.
¡Qué envidia de infancia! ¡Qué manera de disfrutarlo todo! ¡Qué placer poder verlo desde aquí!
Se acaban las vacaciones. Tan solo tres días me separan de la vuelta a la oficina y, a pesar de todo, me siento bien, animada, ilusionada ante el reto de continuar.
Hemos dejado la playa, el sol, el mar a primera hora de la mañana: la ilusión de mi vida. Y volvemos a casa, con energías renovadas, con amores renovados, con pasión.